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Comercio exterior
Tribuna
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El giro unilateral de la política comercial europea

Bruselas recurre a instrumentos unilaterales para proteger sus intereses frente a terceros Estados

Bandera de la Unión Europea
REMITIDA / HANDOUT por Junta de Andalucía
Fotografía remitida a medios de comunicación exclusivamente para ilustrar la noticia a la que hace referencia la imagen, y citando la procedencia de la imagen en la firma
06/05/2025

La Unión Europea ha comenzado a reconfigurar de manera significativa su política comercial exterior, en respuesta a una coyuntura internacional caracterizada por el resurgimiento de la política de poder, la instrumentalización del comercio y el estancamiento del sistema multilateral.

Si durante décadas Bruselas se presentó como firme defensora del multilateralismo regulado, hoy recurre con creciente frecuencia a instrumentos unilaterales para proteger sus intereses frente a prácticas coercitivas de terceros Estados. Lejos de implicar un abandono de su vocación normativa global, esta evolución, puede interpretarse como una estrategia de defensa funcional que busca preservar su autonomía en un orden cada vez más fragmentado.

El giro adoptado se inscribe en el marco de la estrategia “Una política comercial abierta, sostenible y firme”, iniciada por la comisión en 2021, en la que la noción de autonomía estratégica ocupó un lugar central. A partir de esta nueva lógica, la unión ha desplegado un conjunto de instrumentos dirigidos a asegurar su capacidad de respuesta frente a amenazas externas, garantizar la igualdad de condiciones en el comercio global e impulsar una relectura del papel del Estado en el mercado. Varias iniciativas institucionales ilustran esta reorientación.

Se ha flexibilizado el régimen tradicional de ayudas estatales recogido en los artículos 107 y 108 del TFUE, con el objetivo de reforzar la política industrial europea y permitir a los Estados miembros respaldar sectores estratégicos sin incurrir en infracción al tiempo que la unión ha intensificado su participación en los debates multilaterales sobre la reforma del régimen de subvenciones en la OMC, proponiendo estándares más exigentes para las empresas públicas y las prácticas de apoyo estatal que distorsionan la competencia.

También se han incorporado evaluaciones horizontales sobre el cumplimiento de normas comerciales en los acuerdos de asociación, reforzando los mecanismos de seguimiento y con una celeridad inhabitual en 2022 se adoptó el Reglamento sobre subvenciones extranjeras, que otorga a la Comisión competencias para investigar apoyos financieros otorgados por gobiernos extracomunitarios a empresas que operan en el mercado único, y le permite imponer medidas correctoras cuando tales subsidios alteren las condiciones de competencia.

Entre los nuevos instrumentos destaca también el Reglamento de 22 de noviembre de 2023, relativo a la protección de la Unión y de sus Estados miembros frente a la coerción económica por parte de terceros países, que le permite responder mediante represalias proporcionales cuando no exista margen efectivo para resolver el conflicto a través del diálogo o el arbitraje.

Si bien, a primera vista, este uso de mecanismos unilaterales podría parecer contradictorio con el compromiso de la unión con el multilateralismo, una lectura más atenta sugiere lo contrario. Las dimensiones unilateral, bilateral y multilateral de su política comercial no son excluyentes, sino que se articulan de forma complementaria y la aplicación de medidas autónomas puede servir como medio para reforzar su posición negociadora, restablecer condiciones de equilibrio y, en última instancia, contribuir a la reforma de un sistema internacional que actualmente muestra signos de bloqueo y pérdida de autoridad normativa.

La experiencia reciente de la unión indica que el fortalecimiento de su autonomía estratégica no necesariamente supone una ruptura con su identidad jurídica basada en normas. Por el contrario, permite preservar los principios fundacionales del proyecto europeo en un entorno donde las reglas del comercio están siendo crecientemente sustituidas por dinámicas de poder.

Reflejan estas medidas una transición pragmática, en la que el Estado recupera un papel más activo en la gobernanza económica, sin renunciar a los compromisos multilaterales y no puede extrañar que hayan suscitado respuestas por parte de otras potencias. China, por ejemplo, ha adoptado su propia Ley de Relaciones Exteriores con el objetivo de contrarrestar medidas que considere perjudiciales para sus intereses, y en Estados Unidos se debaten iniciativas legislativas para enfrentar presuntas coacciones económicas. Estas reacciones revelan el carácter altamente competitivo y normativamente contestado del orden comercial actual.

La credibilidad y legitimidad de esta estrategia dependerán del modo en que la Comisión Europea utilice su margen de acción, particularmente en la implementación de instrumentos centrados en la seguridad económica. Aunque los fundamentos de esta política aún no han sido puestos a prueba de manera completa.

Se anticipa que, a partir de 2025, surgirán múltiples oportunidades para hacerlo, dada la evolución de los riesgos globales y la intensificación de rivalidades económicas. A su vez, la respuesta de los socios comerciales y el grado de cooperación alcanzado en foros multilaterales como la OMC determinarán si esta reorientación se convierte en un catalizador de reformas o en un factor adicional de fragmentación.

Curiosamente, la Unión Europea se enfrenta a una paradoja estructural: defender un orden basado en reglas mediante mecanismos que transitan por el margen de ese mismo orden. Su éxito dependerá de la capacidad para mantener el equilibrio entre firmeza estratégica y vocación normativa y entre defensa de intereses y promoción de bienes públicos globales. En ese camino, su renovado activismo comercial no debe leerse como una renuncia al multilateralismo, sino como una tentativa de adaptarlo a una era marcada por la competencia sistémica y la volatilidad institucional.

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