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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El rival comunitario de SpaceX necesita algo más que combustible financiero

Europa quiere una alternativa nacional a la empresa de cohetes y satélites de Elon Musk

Lanzamiento de un cohete de SpaceX.

Los Gobiernos europeos saben que necesitan una alternativa viable a SpaceX. Pero hará falta algo más que generosidad estatal para construir un rival del gigante de los satélites de Elon Musk. El sector espacial del continente necesita políticas de apoyo, nuevas tecnologías y una ambición mucho mayor. Europa lleva tiempo preocupándose por su dependencia de los servicios de comunicaciones e inteligencia por satélite de EE UU. Los riesgos de esta dependencia se manifestaron en febrero, cuando Reuters informó de que funcionarios estadounidenses habían amenazado con cortar el acceso de Ucrania al sistema de Internet Starlink de SpaceX, un recurso vital en la guerra. Musk lo negó más tarde. El episodio puso de relieve la urgente necesidad de que Europa refuerce sus propias capacidades.

Ahora Bruselas quiere intervenir. Un libro blanco publicado el mes pasado recomendaba que el bloque financiara el acceso de Ucrania a servicios espaciales de proveedores nacionales. Los mayores operadores europeos también han confirmado que están en conversaciones para proporcionar conectividad de reserva al país. Pero si el continente quiere desarrollar una industria espacial soberana e independiente de la influencia estadounidense, tendrá que ir más allá y desarrollar una empresa, o una coalición, con todas las capacidades de SpaceX.

La empresa estadounidense es un monstruo. En solo seis años ha puesto en órbita, con sus propios cohetes, unos 8.000 satélites que transmiten señales de banda ancha desde a hogares hasta aerolíneas y ejércitos. Según Bloomberg, estaba valorada en 350.000 millones de dólares en 2024.

Sus admiradores atribuyen su vertiginoso ascenso a un diseño que ahorra costes y a la integración vertical. Los proveedores fabrican algunas piezas, pero el diseño y el montaje final son suyos. Los cohetes reutilizables ayudan a controlar los costes. Y se ha beneficiado de contratos públicos por 22.000 millones. El Pentágono le adjudicó la semana pasada contratos por valor de otros 6.000 millones de dólares.

No será fácil para Europa repetir el éxito. El bloque no tiene una única empresa que construya, lance y opere sus propios cohetes y satélites. Más bien tiene un mosaico con puntos fuertes en algunas áreas y puntos débiles en otras. Los más ricos de Europa tampoco se la están jugando. Musk mantuvo a SpaceX a flote antes de sus primeros grandes contratos y mucho antes de que atrajera miles de millones. Kuiper, de Amazon.com, cuenta con el respaldo de su fundador, Jeff Bezos.

Europa no necesita muchos miles de satélites. Pero sí ser capaz de construir, lanzar y explotar su propia constelación. El continente puede recurrir a la experiencia: Airbus, la francesa Thales y la italiana Leonardo han iniciado conversaciones con las autoridades sobre una posible fusión de sus divisiones de satélites.

Pero llevar esos objetos al espacio es más difícil. Europa sólo cuenta con dos cohetes operativos, ambos propiedad de Arianespace, que solo han logrado un puñado de lanzamientos con éxito. Además, también necesita reforzar su inteligencia satelital. Cuando Trump suspendió el intercambio de información con Ucrania el mes pasado, Kiev perdió el acceso a información crucial obtenida desde el espacio. El ejército del país depende de esas imágenes. Aunque Europa cuenta con algunos satélites espía, sus capacidades son más limitadas.

La ventaja tiene que ver en parte con el dinero. Las inversiones espaciales mundiales de los Gobiernos alcanzaron el año pasado unos 135.000 millones, de los cuales 80.000 millones correspondieron a EE UU. El país gastó unos 45.000 millones en defensa, mientras que el resto se destinó a programas espaciales civiles como la NASA.

Al lado, el gasto europeo es insignificante: 11.400 millones de euros, con algo más de 1.000 millones gastados por los ejércitos. Además, la financiación de las iniciativas militares espaciales del bloque sigue decidiéndose en gran medida a nivel nacional, lo que dificulta la coordinación.

Estas dificultades son evidentes en el proceso de puesta en marcha de IRIS2, una constelación de 290 satélites de comunicaciones que se anuncia como la respuesta soberana de Europa a Starlink. Anunciado en 2022, el proyecto se vio acosado por retrasos y disputas, con funcionarios alemanes preocupados por los costes y la desigual división del trabajo entre los Veintisiete. Finalmente, tres operadores –SES, Eutelsat e Hispasat– están llevando adelante el proyecto.

El coste total de IRIS2 asciende a 10.600 millones, de los que 6.500 proceden del erario público a través de Bruselas, los Estados miembros y la Agencia Espacial Europea. El trío de operadores aportará el resto. Eutelsat, con una deuda neta de 2.100 millones, deberá invertir 2.000 millones. Los analistas se preguntan si la empresa puede permitírselo.

El proyecto también puede tener dificultades para captar usuarios civiles. Eutelsat espera generar unos ingresos anuales de 550 millones durante los 12 años del contrato IRIS2. Esto implica un precio al por mayor de 23 euros al mes por un Mbps de banda dedicado. Starlink ofrece conexiones residenciales en Francia e Italia de 100 Mbps por unos 40 euros al mes.

Los Gobiernos que busquen un servicio por satélite propio podrían estar dispuestos a pagar más, pero los consumidores y las empresas no. Eutelsat y sus socios necesitan usuarios comerciales porque la UE no ha garantizado plenamente sus ingresos. El bloque se ha comprometido a comprar capacidad “por valor de varios cientos de millones de euros” al año.

Europa se enfrenta ahora a una disyuntiva: puede movilizar el capital, la tecnología y la voluntad política necesarios para construir un sector espacial soberano, o quedarse de brazos cruzados mientras Estados Unidos y China avanzan a pasos cada vez más agigantados. Puede que no sea posible igualar a Starlink en tamaño y velocidad, pero sí es posible construir servicios espaciales seguros que los gobiernos europeos quieran utilizar. Para ello se requerirán proezas de diplomacia e ingeniería, así como mucho combustible financiero.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Pierre Lomba Leblanc, es responsabilidad de CincoDías.

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