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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La imperiosa necesidad de la adaptación sindical

Esperemos que el próximo Primero de Mayo se hable de más acuerdos de las tres partes del diálogo social

Un momento de la manifestación del primero de mayo en Guadalajara, este jueves.
CINCO DÍAS

El Primero de Mayo es una ventana de oportunidad para los sindicatos, el día del año en que, por revuelta que esté la actualidad, cuentan con atención asegurada. Este año han intentado dar una vocación global a su día grande. Sí, han insistido en la importancia de reducir la jornada laboral y en reformar la indemnización por despido, pero no han faltado los mensajes contra lo que llaman “la internacional del odio”. Se refieren a Donald Trump y sus socios a lo largo y ancho del planeta, con Vox como principal (que no único) exponente en España.

Una de las obsesiones de la ultraderecha es el combate a los sindicatos de clase, a las figuras de representación de los trabajadores. No les interesan organizaciones que aúnen a los empleados en una lógica de clase y que, a la vez, defiendan los derechos de colectivos LGTBI+ y de los inmigrantes. Los sindicatos quieren poner “pie en pared”, en defensa de los derechos conquistados desde la restauración de la democracia en España y con la ambición de ganar aún más.

Esa mirada a futuro entraña un desafío mayúsculo para los representantes de los trabajadores. El mundo cambia a una velocidad de vértigo, lejísimos del ritmo al que se adaptan los sindicatos, un pulso que los movimientos iliberales sí captan con astucia. La inteligencia artificial, los algoritmos, la automatización, la terciarización cada vez mayor de la economía, las plataformas digitales… Son realidades no de futuro, de presente, que condicionan la vida de muchos empleados, quienes, de momento, no encuentran respuestas suficientes ni de sus representantes políticos ni de los sindicales.

Los sindicatos son muy conscientes de esta situación y no les falta voluntad para abordarla, pero aún no han encontrado las herramientas precisas. En su presteza para encontrar la vía no solo se juega tanto su existencia como su utilidad, sino también uno de los principales atributos de la economía española: el diálogo social. Que las normas de índole laboral no solo se discutan en el ámbito parlamentario, que también lo hagan en el espacio que comparten empresarios y trabajadores, refuerza la legitimidad de las normas que nos hemos dado. Haría bien el Gobierno en hacer más esfuerzos para que la patronal vuelva a esos pactos, cada vez menos frecuentes a tres partes, y harían bien los empresarios en flexibilizar sus posiciones, lo que acercaría muchas normas a los postulados que defienden.

Esperemos que el próximo Primero de Mayo se hable de más acuerdos de las tres partes del diálogo social, y no solo del descafeinado bipartito de sindicatos y Ejecutivo.

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