Las claves: los inversores se refugian en los bonos de EE UU, una guarida tampoco muy sólida
Esta vez fue un viernes, quizá ya con los palos de golf listos, el día elegido por Donald Trump para lanzar su nueva escaramuza comercial


Esta vez fue un viernes, quizá ya con los palos de golf listos para el fin de semana, el día elegido por Donald Trump para lanzar su nueva escaramuza comercial. Las víctimas, la UE y Apple, lo cual demuestra que no importa demasiado llevarse bien o mal con el gran jefe, si no se sigue su voluntad. La tecnológica quería trasladar su producción de China a India, pero la Casa Blanca desea que la lleve al propio Estados Unidos, algo que no es sencillo ni barato. Pero los votantes de Trump quieren un cambio, y habrá quienes, carentes de otras aspiraciones vitales, sí aspiren a trabajar como hormiguitas haciendo iPhone para exportarlos, quizá a la UE.
El bloque fue el otro destinatario del anuncio del republicano, que amenaza con un 50% de aranceles desde el 1 de junio. Los mercados y algunos analistas enseguida cantaron las campanas al vuelo con la marcha atrás de Trump con China, pero lo cierto es que la presión comercial va en aumento. Las Bolsas respondieron de nuevo con pérdidas, mientras las rentabilidades de los bonos de EE UU se relajaban un poco, a medida que los inversores se refugiaban en ellos como mal menor. Aunque no parece ya una guarida muy sólida.
Si vivimos más...¿tenemos que trabajar más años?
Si la esperanza de vida ha crecido, cabe preguntarse, bajo una estricta lógica económica, por qué la jubilación no se ha movido de forma acorde. Los daneses tendrán que esperar a los 70 años para poder jubilarse a partir del 2040. Lo ideal sería, bajo una estricta lógica optimista, que nos jubiláramos cuanto antes, para poder vivir unos años apacibles sin achaques, pero la realidad es que el sistema afronta unas tensiones inasumibles (solo hay que ver la pirámide demográfica y los sueldos de quien tiene que pagar todo esto). Pocos son los valientes que se atreven a darle una vuelta al sistema de pensiones. Hay mucho voto que perder.
Una Ley de la Vivienda con mucho que retocar
Las propuestas del PSOE, el principal partido del Gobierno, para afrontar la crisis de la vivienda son antiguas como el tiempo. Por un lado, incluye incentivos fiscales al alquiler –o, lo que es lo mismo, la enésima transferencia de rentas al propietario–; por el otro, apunta –después de no haberlo conseguido por decreto– a un incremento de la plusvalía para aquellos que vendan viviendas compradas durante la burbuja. Así, dos de los principales movimientos consisten en fomentar el rentismo e incentivar la subida de precios, porque esa plusvalía la puede pagar el dueño formalmente, sí, pero se refleja en el precio. En el lado positivo, el texto pone en la mira las viviendas turísticas y de extranjeros, dos problemas pujantes que se añaden a la ya complicada situación.
La frase
Recomiendo encarecidamente a Reino Unido que, para reducir sus costes energéticos, dejen de hacer molinos de viento caros y antiestéticos, e incentiven la modernización de las perforaciones en el Mar del Norte, donde hay grandes cantidades de petróleoDonald Trump, presidente de EE UU
La fina frontera entre ser un tacaño y un miserable
Si bien dicen que el dinero no da la felicidad, no es menos cierto que es más cómodo llorar en tu propio coche que en el metro. Todo tiene sus matices: el dinero, per se, no es un factor relevante para ser feliz. Un estudio dice, por ejemplo, que aquellos que lo acumulan a toda costa –los agarrados, en lenguaje coloquial– están menos satisfechos, lo que lleva a pensar que no es tanto tener dinero o no, sino qué hacer con él. Y la respuesta correcta según este estudio sería gastarlo (como todo, en su justa medida). No es cuestión de ser un despilfarrador, tampoco, pero no hay nada interesante en ser el más rico del cementerio. A la obsesión del control del gasto se la conoce también como el síndrome del Tío Gilito, aquel familiar del Pato Donald que nadaba, literalmente, en dinero. Y lo hacía solo.