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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El milagro irlandés y las cifras económicas europeas

Sin el país insular, la UE estaría casi en equilibrio con Estados Unidos tanto en bienes como en servicios

Apple

Hoy en día las cifras económicas de la Unión Europea, y más aún de la zona euro, son incomprensibles si no entendemos el papel que juega Irlanda en el área.

Irlanda, tras años de paro elevado, vivió un bum inmobiliario que con la crisis financiera de 2010 se tradujo en una resaca del ladrillo, el colapso bancario, los recortes y los rescates. Sin embargo, se recuperó a una velocidad increíble y lo hizo con tanta fuerza, que hoy esta pequeña isla fiscal a orillas del Atlántico se ha convertido en una pieza clave para entender –o malinterpretar, según se mire– la salud económica del conjunto de la Unión Europea.

Por ejemplo, en el periodo primer trimestre de 2019-primer trimestre de 2025, la producción industrial irlandesa creció un 100%, mientras que la zona euro, a pesar del crecimiento irlandés, experimentó una reducción

El Tigre Celta no ruge por su demanda interna. Lo suyo es otra cosa: una alquimia contable que mezcla capital intelectual, empresas con matrices en EE UU, tributación baja y cadenas de valor globalizadas en el sector farmacéutico. Y el resultado es tan brillante como desconcertante: aunque Irlanda representa apenas el 3% del PIB de la UE, es el responsable del 21% de las exportaciones de servicios a terceros países.

Los datos son impresionantes: en el periodo 2019-2024, aproximadamente el 50% del crecimiento de las exportaciones de bienes y de servicios de la zona euro fueron irlandeses. Ojo: si viviera Lola Flores, le podría cantar al resto de los países europeos “tú lo que quieres es que te coma el tigre”, celta en este caso.

Realicemos algo de análisis histórico, porque, aunque dato mata relato, un buen relato ayuda a entender el dato, y los datos de Irlanda necesitan relato.

Tras las rebajas tributarias irlandesas de los primeros años del euro, muchas empresas europeas se trasladaron a Irlanda, pero realmente el cambio en la historia económica irlandesa comienza en 2015. En dicho año, el país sorprendió al mundo con un 25% de crecimiento del PIB anual. ¿La causa? Una reorganización de activos por parte de Apple, que decidió trasladar a Irlanda parte de sus intangibles. Lo llamaron leprechaun economics. Desde entonces, es imposible entender las cifras de la eurozona si no entendemos las dinámicas irlandesas. Pero no es hasta 2020 cuando comenzó el despegue del pago de derechos de propiedad intelectual a Estados Unidos por el desarrollo de las empresas que facilitan el no contacto físico y la aplicación de la inteligencia artificial: Microsoft, Amazon, Google y otras.

A partir de 2020, comienza a dispararse una partida de importaciones de servicios que además pone de manifiesto la dependencia que tenemos de Estados Unidos. Esta partida es la de los pagos por derechos de propiedad intelectual; podríamos resumirlo como pagos por derechos de uso de tecnologías. Pues bien, esta partida es en un 80% pagos europeos a EE UU, lo que pone de manifiesto nuestra dependencia tecnológica de los americanos, frente a por ejemplo los chinos. En el caso de Irlanda este peso supera el 90%, es decir, Irlanda paga el 85% de todas las importaciones de patentes de la zona euro a EE UU.

Por qué Irlanda. Pues porque las grandes tecnológicas estadounidenses han encontrado en Dublín el paraíso para sus filiales europeas y para exportar desde allí al resto del mundo con una tributación más baja que la de cualquier país europeo y que la de EE UU. Así, empresas como Google, Apple, Microsoft o Meta exportan desde Irlanda servicios TIC (tecnología, información y comunicaciones) a todos los países y realizan una optimización fiscal que está en el punto de mira del Tesoro americano, incluso más de lo que podamos pensar.

Así, cada royalty que cruza el Atlántico desde Irlanda hacia EE UU aparece en la contabilidad europea como un déficit de servicios. De hecho, si uno excluye a Irlanda de la balanza de servicios entre la UE y EE UU, el signo cambia: la zona euro pasaría a mostrar un modesto superávit en lugar del actual déficit de servicios. Por lo tanto, Europa menos Irlanda tiene superávit comercial y de servicios con EE UU, no un déficit. No se lo expliquemos ni a la presidenta de la Comisión Europea, señora Von der Leyen, ni a Trump, el presidente estadounidense, que vamos a liar más todavía el tema de los aranceles.

El origen de toda esta situación –que les está permitiendo crecer más que nadie en la OCDE– es la bondad del régimen tributario irlandés, frente a otros europeos. Hasta ahora la Europa continental se ha quejado mucho de esta ventaja fiscal sin alcanzar ningún avance. Pero es que ya son también los americanos los que tienen en el punto de vista este régimen tributario, que lleva a que muchas empresas estadounidenses se localicen en Irlanda, y no solo las de servicios, sino también las de manufacturas y especialmente las farmacéuticas.

En manufacturas, el 25% del superávit comercial de la UE con EE UU lo explica Irlanda, un país cuyo peso en el PIB europeo no llega al 4%. Pero, como decíamos, sin relato no entenderemos el dato. Así que explicaremos la situación de las exportaciones de mercancías.

En el apartado de bienes, la situación no es muy distinta a la de servicios. Irlanda exporta principalmente productos químicos y farmacéuticos, otro sector dominado por multinacionales –la mayoría estadounidenses– con filiales locales irlandesas, muchas de las cuales tienen la propiedad de las patentes de los medicamentos.

Esto se traduce en que las cifras de producción industrial y de exportaciones de bienes de Irlanda sean extraordinarias altas, con crecimientos de dos dígitos continuados en el tiempo. La realidad: en Irlanda se fabrican los principios activos farmacéuticos con patentes irlandesas. Pero la fabricación del producto final se realiza en terceros países. Un ejemplo: la India, donde tiene lugar la producción final de productos farmacéuticos que van directamente desde allí hasta EE UU.

Esta exportación desde la India se contabiliza en la balanza de pagos de Irlanda como una exportación de este, dadas las convenciones aduaneras; eso sí, el valor final de la exportación irlandesa es en un 50% al menos indio. Las aduanas apuntan la exportación como irlandesa porque el valor de la patente es más alto que la manufacturación realizada en la India. Por lo tanto, sin Irlanda, la UE estaría casi en equilibrio comercial con EE UU tanto en bienes como en servicios. Pero debemos dar las gracias a Irlanda: sin él, dada la alta tributación en otros países europeos, probablemente el crecimiento europeo en el periodo 2019-2024 podría haber sido aún más bajo. Imaginemos estas multinacionales poniendo su sede en países asiáticos de baja tributación y eliminando la contribución al PIB europeo de Irlanda.

Como dice un amigo mío, “allí donde los números engañan, suele haber una gran historia esperando a ser contada”. En un mundo en el que los intangibles valen cada vez más, Irlanda ha demostrado que el tamaño no importa, pero la fiscalidad sí.

Antonio Merino es economista jefe de Repsol

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